El Gobierno necesita de los votos del PRO en el Congreso para intentar sostener el veto al Presupuesto universitario. Pero a diferencia de lo que pasó con la movilidad jubilatoria, en esta ocasión el expresidente envía señales contradictorias y el apoyo no está garantizado.

El ex presidente Mauricio Macri, atento a los momentos de debilidad del Gobierno, volvió a desplegar sus estrategias de tensión y apuntalamiento. Durante la semana, se reunió con el bloque de senadores del PRO y filtró varias frases en las que relativizaba que esta vez el apoyo de los bloques amarillos será tan cerrado como con el veto presidencial a la fórmula de actualización jubilatoria.
La estratagema no es nueva. Recordemos que el proyecto para la tercera edad se aprobó en el Senado con el apoyo de los mismos que esta semana se reunieron con Macri. Y que después del veto, contradiciendo la orden que les había dado, el ex presidente apoyó la decisión de Javier Milei. Así de sinuoso está el camino político en el partido que supo gobernar la Argentina hasta 2019.
La del encuentro con senadores no fue la única señal amarilla. Mientras los principales referentes macristas en la Cámara baja se reunían con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, el propio Macri le hacía llegar al Gobierno que no están seguras las 38 voluntades para defender el veto al Presupuesto universitario. La táctica del gato y el ratón nuevamente utilizada en un momento de debilidad -o al menos, de necesidad- del Gobierno.
¿Esto implica que los libertarios se vuelven subisidiarios del PRO? Hasta ahora, no parece ser el escenario. Milei y su entorno han dado muestras de que, aún con torpeza en algunos casos, entienden el inmenso poder que da el presidencialismo argentino y han encontrado aliados diversos y ocasionales en estos meses. Encuentro Federal lo ayudó a aprobar la Ley Bases, el radicalismo a que no se pueda rechazar el DNU 70/2023; e incluso, una escisión de este partido y los diputados que responden a gobernadores confirmaron el veto presidencial contra los jubilados. Es cierto que, en todos los casos, el oficialismo contó con el apoyo de Macri y sus subordinados.
En su febril actividad habitual en redes sociales, Milei le tiró un centro al ex presidente reposteando una cuenta que aseguraba “antes la culpa era del gato, ahora es del león. Nunca las ratas asumieron su culpa”. La afirmación sorprendería al mismísimo Art Spiegelman, genio de la historieta cuya obra más celebrada se llama Maus. La referencia puede parecer exagerada o hiperbólica pero si miramos la difusión del video en el que trataban al kirchnerismo como una enfermedad o si prestamos atención al modo en el que adeptos al gobierno como el Gordo Dan y sus acólitos entraban al acto del Parque Lezama el sábado pasado, la preocupación crece acerca de los grados de violencia que los libertarios están volcando a la sociedad.

Quizás tenga que ver con este deslizamiento del debate público a opciones más ramplonas y violentas, quizás con la crisis de representación de las expresiones surgidas al calor de la crisis de 2001 pero lo cierto es que la particular circunstancia en la que Mauricio Macri ha decidido presidir su partido y el operativo clamor para que Cristina Kirchner haga lo propio con el peronismo no parecen casuales.
Más allá de las internas en cada espacio y la escasez de dirigentes que puedan continuar los dos liderazgos, parece estar claro que a una propuesta de poder que se corre cada vez más hacia actitudes antidemocráticas requiere de contrapesos fuertes. Ya sea para el acompañamiento negociado, en el caso de Macri, o en la oposición más decidida, como encarna Cristina. La discusión acerca de si la reaparición de los dos obtura nuevos protagonismos es válida y existe pero la urgencia democrática argentina puede posponerla para otro momento.