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Horror en Santa Fe. Un indigente fue decapitado y destripado como ofrenda a «San la Muerte».

SANTA FE. El brutal asesinato de un hombre de 39, decapitado y destripado para cumplir con un ritual de sacrificio ofrecido a «San la Muerte», conmociona al pueblo de Amenábar, en el departamento General López, 392 kilómetros al sudoeste de esta capital. Según consta en la causa, cuando comenzaron a descuartizarlo estaba con vida.

Marcos Correa, la víctima, era un hombre en situación de calle e incluso habría tenido problemas de adicciones, lo que no justifica su asesinato y bajo las condiciones que trascendieron en las últimas horas. Los investigadores consideran que Correa aún respiraba cuando se inició el sacrificio. Ahora se buscará confirmar, vía la necropsia correspondiente, lo que saben los 1200 pobladores de Amenábar: que el cuerpo fue encontrado decapitado y le habían arrancado el corazón.

Por el crimen hay un detenido que, de confirmarse, tras el juicio podría recibir la pena de prisión perpetua.

Correa fue visto por última vez el 27 de septiembre pasado. El 4 de octubre sus familiares radicaron la denuncia de paradero, lo que impulsó una búsqueda que incluyó policías, bomberos, perros rastreadores y personal comunal.

Diez días después, por un llamado telefónico, su cuerpo fue hallado en un basural.

«Nunca, en mis 15 años de ejercicio como fiscal, me había tocado investigar un crimen tan aberrante, cometido con tanto odio y tanta saña. Esto es el mal en estado puro, no es locura, es una opción consciente por el mal», afirmó el fiscal de Rufino Eduardo Lago.

El propio fiscal reconoció que por el caso fue imputado un hombre solo identificado como Carlos L., de 34 años, a quien se le imputó «homicidio triplemente agravado por ensañamiento, alevosía y odio religioso». La Justicia le dictó la prisión preventiva sin plazo.

El sospechoso del homicidio es trabajador rural. Había sido detenido en Melincué tras agredir a su novia, y al ser arrestado se jactó ante los efectivos de su reciente asesinato.

Precisamente, está alojado en la Alcaldía de Melincué, a 100 kilómetros de Amenábar. En el juicio, podría recibir la prisión perpetua.

El informe oficial consignó que el cadáver de Correa estaba enterrado en un basural, muy cerca de un pequeño santuario de veneración a «San La Muerte», una figura pagana no reconocida por la Iglesia.

Ese dato, sumado al sacrificio al que fue sometida la víctima, dieron a los investigadores la pauta de que se trató de un crimen por «odio religioso».

Algunos familiares admitieron que el asesino solía compartir imágenes satánicas en sus redes sociales. Incluso un tío de la víctima, Germán Ibáñez, reconoció a la prensa que si bien su sobrino no tenía relación con el sospechoso, sí la tenía con su entorno.

«Todavía nos preguntamos por qué lo mataron. Yo lo asocio a un ritual, por la forma en el que lo hicieron», sostuvo Ibáñez.

La leyenda, el mito y la veneración

San La Muerte, también conocido como Señor de la Buena Muerte, San Esqueleto, Ayucaba, Señor que Todo Lo Puede, San Severo de la Muerte o El Santito, es objeto de un culto pagano y su figura es venerada, sobre todo, en el noreste argentino.

El mito nació a mediados del siglo XVIII, en tiempos de las misiones jesuíticas guaraníes, y en la zona cercana a la provincia de Corrientes. Allí es donde la creencia comenzó a mezclarse y hasta confundirse con elementos de la fe católica y con la de los africanos esclavos.

Según cuenta la leyenda, un monje que curaba a los aborígenes y a los humildes fue acusado de brujería y luego se decidió encerrarlo en una celda con puerta sellada. La historia cuenta que la comida se le pasaba siempre por debajo de la puerta, pero un 20 de agosto los carceleros ingresaron en la celda para comprobar el estado en el que se encontraba el monje y estaban solo sus huesos.

Sin embargo, lo más sorpresivo fue que el cuerpo esquelético se encontraba de pie, y al instante, por sí mismo, levantó su mano y señaló al hombre que lo acusaba de brujería. A los pocos días ese mismo hombre, junto a sus compañeros, fueron hallados muertos por causa de misteriosas enfermedades.

Por otra parte, también existen otras historias relacionadas, donde algunos dicen que el protagonista efectivamente era un monje, pero que el nombre «Señor de la Muerte» se le había puesto por su preocupación por curar a los leprosos y sus restos consumidos encontrados en forma vertical (una anormalidad en la muerte humana).

Otros relatos cuentan sobre el origen de este personaje, describiéndolo como a un monje que fue ejecutado en la hoguera, pero está considerado como un origen apócrifo. Este santo es venerado, pero mucho más especialmente entre las personas con vidas violentas, ya que se lo considera un protector contra los enemigos. Esa es la razón de por qué tiene muchos adeptos en las cárceles y entre los delincuentes.

El amuleto o la figura que lo representa solo tiene efectividad si se encuentra bendecido por un sacerdote católico, y como es de origen apócrifo los fieles logran que un cura católico lo bendiga haciendo trampa.

Cuentan que los seguidores de San La Muerte esconden esa estatuilla en su mano y cuando van a la Iglesia llevan otra en la misma mano a la cual le piden al párroco que se la bendiga. De este modo es que logran la bendición de ambos objetos.

Asimismo, se dice que el paso posterior para que sea efectivo el Santo es llevar el amuleto durante siete viernes seguidos a otras iglesias, así luego ya se puede utilizar para lograr hacer un «mal» a través de oraciones a alguna persona enemiga.

Su imagen es la de un tenebroso esqueleto, su guadaña está ubicada en la mano derecha, como señal de igualdad ante Dios, y su figura es esquelética, representando la similitud con un humano.

Sus ojos están rojos y simbolizan la sangre, que por medio de su color une a todos los seres, con una sonrisa que demuestra el regocijo del conocimiento eterno sobre la vida y la muerte. Sus mantos o capas se ven siempre de distintos colores (negro, blanco o rojo) según el tipo de gusto del fiel.

Por: José E. Bordón