Con un show descomunal en River, el exBeatle inició este sábado el tramo argentino de su “Got Back Tour”, que continúa este domingo. En Córdoba, la cita será para el 23 de octubre y es imperdible.
En mayo de 2016, cuando él tenía 73 años o estaba en el umbral de los 74, a la salida de su show en el Mario Alberto Kempes por la mente zumbada y estimulada del espectador promedio asomó este razonamiento: “Ya está, sueño cumplido; estos niveles de onda y vitalidad son irrepetibles. Aparte, difícil que vuelva”.
Eso tenía cierta lógica para un ser humano normal, algo que Paul McCartney, el sujeto tácito en cuestión, no es en absoluto. Y con respecto a lo segundo, al “difícil que vuelva”, los astros se ordenaron para captar otra vez a este octogenario incansable, máximo referente de una cultura que todos creen jaqueada pero que, gracias a él, a los Stones, a Neil Young y a los Who, nunca termina de rendirse.
Ya todos lo tienen bien agendado: el regreso será el miércoles 23 de octubre, de nuevo en el Mario Alberto Kempes.
No obstante, en esta oportunidad se da la particularidad de que Macca está programado varias semanas antes en Buenos Aires. Entonces, que no es un ser humano normal se puso de manifiesto, en primer término, este sábado a la noche y en River, donde el exmiembro de los Beatles pulverizó la certeza de que el tiempo deteriora todo al mostrarse mucho más vigoroso que en aquel otoño cordobés.
El show de Paul se extendió por casi tres horas y consistió en la interpretación de 37 canciones, en su mayoría procedentes de sus bandas emblemáticas; claro, Beatles y Wings.
A sus 82 años y con semejante legado, podría acortar sus presentaciones en relación a las giras anteriores, tomar atajos, abusar de medleys. Nadie protestaría si lo hiciera. Pero todo parece indicar que la máxima exigencia es lo que mejor se corresponde con este artista que practica vida sana y se pone metas altas de sostenibilidad.